Esta es la historia de Hernán un adolescente de 19 años.
Era un día como todos. La mañana del 30 de Octubre del 2021 Hernán se levantó, se bañó y se vistió, se cepilló los dientes, y como de costumbre desayunó mientras escuchaba la radio “Radio Mitreee... La temperatura de hoy, máxima -6º mínima -9º, con una sensación térmica de -11º. Hernán se abrigó bien, tomó sus libros y se fue a la facultad de medicina, él quería ser cirujano desde los 9 años, en la escuela tenían un trabajo práctico diferente asignado para cada uno, a él le tocó “Hospitales del Pasado”, tenía que hacer un informe sobre cómo se realizaban las cirugías y cómo eran los métodos que se usaban antes. Su profesor le aconsejó que visitara el viejo hospital abandonado hace 50 años, a ver si encontraba algo interesante.
Salió de la escuela y caminó hacia el hospital, atravesó calles angostas y muy silenciosas, parecía un barrio deshabitado pero no lo era, gente pasaba y lo miraba de una forma muy particular. Hernán no era un niño, pero sentía miedo, no sabía si temblaba por el frío que había, o por el miedo. Se le congelaban las orejas y la nariz por la humedad,. Sin saber por qué, pasó por la tienda de armas, compró un revólver y dos cartuchos de balas.
Al llegar al hospital se le cruzó una anciana que lo miró de forma rara, como la gente de ese silencioso barrio.
- No entres, cosas terribles te sucederán si entras ahí.
- No señora, yo no creo en esas cosas, dijo tembloroso, además lo tengo que hacer, quiero recibirme de cirujano.
La anciana se alejó gritando con una vocecita que hizo que a Hernán se le pusiera la piel de gallina.
- Confusiones te sucederán. Dijo la anciana.
El siguió caminando, la voz de la anciana le recordó a la de una anciana malvada de una vieja película llama “Blancanieves y los siete enanitos”. Hernán siguió caminando hasta que se vio en frente de la puerta del viejo hospital, con un ligero escalofrío tocó el picaporte y vio el hospital, estaba nuevo, la gente pasaba, con delantales blancos, el también tenía uno. Vino una señora y le dijo: Doctor Hernán hay cirugía en la sala 2. Se asustó y sacó la mano. Volvió en sí, asustado, con mucho miedo, pensó, tengo que hacerlo, es mi sueño, empujó la puerta y entró.
Vio que estaba todo sucio, con sangre, vio hongos y hasta ratas que iban y venían, estaba en frente del cartel que decía “Sala 2”, con curiosidad entró apuntando con el arma, como en “Bad Boys 2”, no había nada, solo un mueble y la camilla, abrió el cajón del mueble y tomó un bisturí oxidado, levantó el bisturí, ya no estaba oxidado, de vuelta vio todo nuevo, la misma señora de antes dijo: comencemos la cirugía. En la camilla había un cuerpo femenino, había que hacerle un trasplante de corazón, soltó el bisturí, todo volvió a ser normal, si se le podía llamar así. Salió corriendo con el arma en la mano, no encontraba la salida, la encontró, pero se había cerrado, miró por la ventanilla y pasó la anciana. En ese momento, Hernán sintió un escalofrío. La anciana le dijo: “vivirás con tu decisión por siempre, esto te pasa por no hacerme el transplante”. Sacó el arma para dispararle y la anciana desapareció.
Caminó por el pasillo, vacío y sucio, de repente, gente que iba y venía, todo nuevo, se cruza la señora y le dice, es tarde, la paciente ya MURIÓ.
No sabía qué hacer, en ese momento Hernán deseó volver al pasado. Corría por todo el hospital, vio una ventana, levantó la persiana y estaba tapada por ladrillos, una decepción terrible, no se dio por vencido, buscó salidas, estaban todas cerradas, sentía que no existía nada más en el mundo que ese hospital. Todo sucio, se sentó en la silla, en la sala de espera, y, estaba ahí y un nene quería algo de la máquina pero la madre no tenía monedas, él amablemente le dio monedas, y la madre del nene le dijo “te lo agradezco, algún día te devolveré el favor”.
Vio una sombra, salió corriendo y se pinchó el pie con una jeringa vieja, pero eso no lo detuvo, siguió renqueando, no sabía qué hacer, mientras corría se oían pasos atrás de él, veía charcos de sangre y hongos por todos lados, y como para no haberlos, era una ciudad muy húmeda. Hernán entró a la habitación de la secretaria y pasó la mamá del nene, - “mira como terminaste, recién salís de la cirugía y ahora estas acá en secretaria”
Salió de la habitación, Hernán estaba mareado, corrió tan mareado que se golpeó la cabeza con el matafuego, trató abrir los ojos, traumatizado, sólo vio la sombra acercándose.
Desesperado, llorando golpeaba fuerte la puerta, se lastimaba, pero no se le cruzaba nada más por la cabeza que salir, salía sangre, él pensaba en su familia, suspiro tras suspiro, logró abrir la puerta y fue tan fuerte el impulso que se tropezó al salir, y se golpeó la cabeza contra el suelo. Vio de vuelta la sombra. Despertó, estaba en el hospital de vuelta, la puerta estaba encadenada con un candado de códigos, estaban las cifras 1, 2, 3 y 4. Estuvo, ahí, tirado, por horas tratando de descifrar el código, tosiendo, gritaba, se había torcido el tobillo, trató de levantarse, vio una mano, escuchó a la misma señora de antes.
- Ven, yo te ayudo a levantarte.
- Bueno, pero ¿me podría decir la fecha?
- Si, secretario cirujano Hernán, jaja, es el quince de agosto, del dos mil cuarenta y nueve, pero usted ya lo debe saber.
- En realidad no, no entiendo
- Bueno yo tampoco lo entiendo, levántese
Hernán se levantó y estaba parado nuevamente. Con un enorme dolor, trataba de caminar, mientras pensaba en la forma de salir del viejo hospital abandonado, recordó sus sueños de ser cirujano. Lloró como un niño, pasó días y días comiendo de a poco una barrita de cereal y un jugo que tenía en su bolsillo.
Recordó películas que había visto, una para escapar de un hotel cerrado, se escapaba por la ventilación, intentó probar, pero era muy angosta y no entraba. En ese momento Hernán sintió una impotencia y una decepción terrible, su ilusión se había destrozado, completamente. Se sentó a pensar, horas y horas, encontró un papel, aunque muy sucio, y una lapicera que apenas andaba, y se puso a escribir, uno por uno, todos las posibilidades, con 1, 2, 3 y 4.
Al fin terminó, pero el infierno aun no había acabado, ahora tendría que probar los códigos uno por uno. No había pasado mucho tiempo, pero parecían días, hasta que algo pasó, crack, se destrabó el candado, una felicidad enorme invadió el corazón de Hernán, por fin vería a su familia, y a sus amigos.
Abrió la puerta, corrió y corrió, cuando llegó a su casa y golpeó la puerta, su madre abrió, en ese momento, reinaba la felicidad en la cara de ambos, un grito rompió el silencio:
- ¡Hernán!
- Sí mamá.
- ¿Dónde has estado hijo mío?
- Es una historia larga, luego te cuento.
“¡Hernán llegó!”, gritaba su mamá. Todos sus familiares lo abrazaron y mimaron, se sentaron a la mesa. Hernán les contó todo, con lujo de detalles, pero nadie le creyó.
Hernán fue a la facultad de medicina y reprobó el trabajo.